La marcha de las putas.
Confieso que la palabra puta suena chocante, pero en realidad es una palabra inventada por el patriarcado, es una forma de ironizar el término que utilizan todos los y las machistas (sí, hay mujeres machistas, socializadas por el patriarcado) para identificar a las mujeres que no se someten y que luchan por su derecho a una vida libre de violencia. Es el término que utilizan los fundamentalistas que tienen una visión maniquea de la moral: las mujeres son santas o son putas – no son, simplemente, mujeres como son simplemente hombres todos los hombres. Santas, por supuesto, son la hija, la madre y la esposa. Putas, el resto. Pero, como decía Sor Juana Inés de la Cruz, monja feminista, ¿Cuál es de más de culpar, aunque cualquiera mal haga, la que peca por la paga o el que paga por pecar? Versión Siglo XXI: Si no hay demanda, no hay oferta.
Lo cierto es que La Marcha de las Putas se originó en Toronto, Canadá, tras las desafortunadas declaraciones de un policía que dijo que las mujeres no debían vestirse como putas para no ser víctimas de la violencia sexual. De allí las organizaciones de mujeres se tomaron las calles en más de 20 países, entre ellos, México, Nicaragua, Guatemala, Argentina, Francia, Alemania, Australia, India y últimamente Costa Rica, donde el detonante fue la declaración de un obispo que también le echó la culpa de la violencia a la forma en que se vestían las mujeres. Algo parecido pasó en nuestro país, cuando Monseñor Ulloa culpó al feminismo de la irresponsabilidad paterna que azota a las familias panameñas, cuyas desafortunadas palabras dejan entrever un desfase en el tiempo y un lamentable desconocimiento del feminismo.
Guy Bechtel, en su libro Las cuatro mujeres de Dios: La puta, la bruja, la santa y la tonta, describe magistralmente esta clasificación de los teólogos medievales (y algunos contemporáneos), que se traduce en violencia contra las mujeres. Putas, son aquellas desdichadas que en todas las épocas se han visto obligadas a comerciar con su cuerpo para no morirse de hambre, pero que son despreciadas por los mismos que pagan por pecar. Brujas, las que padecieron el martirio de la inquisición, en la que el 80% de los condenados a muerte fueron mujeres. Tontas, las bobaliconas, ideal de la Iglesia, que para redimirse de su origen pecador, deben estar dispuestas a sacrificarse, a ser invisibles y modestas, indiferentes a la moda, intelectualmente insignificantes, patronas de las criadas, nada de chillar ni denunciar al marido si le pega. Santas, muy pocas en la historia de la Iglesia. Hasta en esto se discriminó en contra de las mujeres, ya que sólo un tercio de los santos reconocidos en la Edad Media fueron mujeres.
La Marcha de las Putas es una marcha en contra de la violencia hacia las mujeres, que es violencia contra toda la sociedad. Están invitados los hombres, las mujeres y los niños. En todos los países en que se ha realizado, han asistido familias enteras. La mujer sigue sufriendo todos los tipos de violencia en todos los países del mundo. En Panamá hay sólo un 8.5% de diputadas, en comparación con el 38.6% en Costa Rica; la brecha salarial entre mujeres y hombres, por hacer el mismo trabajo, es de 28,5%; somos unos de los países con mayor índice de femicidios de nuestra región, que a su vez es la más violenta del mundo; la impunidad de los agresores, violadores y femicidas es rampante; las leyes de protección de la mujer no se cumplen; y no se promulgan las leyes que el Estado está obligado a promulgar por mandato de los Convenios Internacionales de Derechos Humanos.
Al despuntar el siglo XXI, se oye el rugido de un león que se despereza: es la rebelión de las putas, las brujas, las tontas y las santas. Este rugido estremece las bases mismas de nuestras sociedades, debilitadas por la injusticia, la iniquidad, la pobreza, el hambre, el racismo y la xenofobia. Lo que hace que este león sea singular es que representa a más de la mitad de la humanidad y que son las madres del resto de la humanidad, por lo que no se puede ni se debe subestimar su importancia.
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