Sábado 13 de junio. Los resultados de las elecciones de Irán garantizan a Mahmud Ahmadineyad un segundo mandato presidencial. Todavía se ignora si se mantendrán las protestas callejeras de la oposición, o si son fuegos artificiales. Las primeras felicitaciones llegan al mandatario reelegido. "La democracia venció. Fue una victoria rotunda, ya que tuvo lugar en la primera vuelta y el porcentaje que obtuvo demuestra que es un líder amado por su pueblo", afirmaba Nawar al Sahili, diputado del partido-milicia chií libanés Hezbolá. Fauzi Barhum, portavoz de Hamás, apuntaba más precavido, sin alusiones personales: "Esperamos que Irán continuará apoyando los derechos del pueblo palestino, que seguirá respetando la elección democrática de los palestinos y nos ayudará a poner fin al bloqueo de Gaza".
Los Guardianes de la Revolución apoyan al partido guerrilla libanés
El movimiento islamista palestino ve en Ahmadineyad un valor seguro
A partir de ahí, el silencio. Casi sepulcral. Los líderes de ambos movimientos, cautos, prefieren esperar acontecimientos.
Llama la atención que las manifestaciones en las calles de los partidarios de Ahmadineyad y de su contrincante Mir Hosein Musaví, la disputa sobre el recuento electoral y las decisiones de la jerarquía iraní sobre los comicios se hayan desvanecido en los medios de comunicación de ambos grupos y apenas reciban atención de labios de sus dirigentes. El miércoles por la noche, el jeque Hasan Nasralá, líder de Hezbolá, reapareció en televisión. Habló sobre el discurso del domingo del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu; sobre las elecciones de Líbano -acusó de fraude a Saad Hariri, del que dijo invirtió 750 millones de dólares en compra de votos en los distritos que decidieron los comicios-, disertó sobre Barack Obama. Ni una palabra sobre las elecciones iraníes.
El nacimiento de Hezbolá no se entendería sin el respaldo financiero y humano que recibió de los Guardianes de la Revolución iraníes, a comienzos de la década de los ochenta. Un apoyo que continúa inquebrantable hasta hoy. No hay más que visitar el suburbio chií beirutí de Haret Hrek, devastado por Israel en la guerra del verano de 2006, para apreciar que decenas de millones de euros han sido invertidos en la reconstrucción. Nadie duda de dónde se halla el origen del grueso de los fondos.
Hamás también cuenta con ayuda de Irán, aunque más modesta y desde hace menos tiempo. Las remesas financieras y las armas que envía a Palestina son muchísimo más reducidas que las que recibe Hezbolá, entre otros motivos porque Israel y Egipto impiden que el arsenal de los islamistas palestinos crezca al ritmo al que puede alimentarse el de la milicia chií, que disfruta de la porosidad de la frontera sirio-libanesa para abastecerse de cohetes de corto alcance.
La ayuda se circunscribe a muy pocos cientos de millones de dólares anuales, a algunos cohetes Katiusha, y al adiestramiento que han llevado a cabo cientos de milicianos de Hamás en campos de entrenamiento en suelo iraní y libanés. Pero Irán es el único asidero relevante para una organización aislada por casi la totalidad del mundo árabe. No obstante, el secretismo es norma cuando se pregunta a los jefes de Hamás sobre sus vínculos con Teherán.
Fuentes próximas al movimiento fundamentalista consultadas ayer aseguran que no hay preocupación en el liderazgo, aunque les agradaría que todo siguiera como hasta ahora. El ex primer ministro Musaví -que reconoce el hecho histórico del Holocausto- tampoco ha sido nunca un amigo del Estado sionista, al que describió dos décadas atrás como "un tumor canceroso". "Temor no existe", afirma la fuente, "pero Ahmadineyad es un valor seguro. Ya se conoce su rechazo frontal a Israel. Sería mejor que fuera reelegido". Los dirigentes islamistas palestinos, sin embargo, callan. Como nada es seguro, es preferible no soltar una palabra que pudiera molestar a Musaví.
No puede Hamás enojar a ninguno de sus muy escasos aliados. Aunque en el fondo, y respecto a las diferencias entre los rivales políticos iraníes, coinciden con el presidente de Estados Unidos: el ascenso al poder en Irán del candidato llamado reformista tampoco supondría un vuelco en las relaciones del régimen persa con el resto del mundo ni con Hamá
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