I
Palestina: ¿La Tierra Prometida Por Dios A Israel?
Palestina: ¿La Tierra Prometida Por Dios A Israel?
La aproximación a temas con visos religiosos siempre da la sensación de pisar sobre hilo débil, evadir este punto fue mi primera intención, reclamaba guantes de seda para no dañar sensibilidades inocentes. Pero huir no es vía para desvestir mentiras, aclaro, no cuestiono en mis palabras textos o ideas religiosas, si no que acuso el uso inapropiado de ellos para fines expansionistas y genocidas.
Y es que, desde que nos adentramos en la compresión del Conflicto Árabe – Israelí, el primer escudo de falsedad que esgrime el Sionismo es el argumento teológico de que son las tierras de Palestina, dádiva divina otorgada a los israelitas para la edificación del reino de Dios en la tierra. A esta manipulación de la teología suman los sionistas el revisionismo y manipulación histórica, llevándolos a plantear que los primeros árabes se asentaron en la región a finales del 1917,
“…movidos siempre por el afán de refugiarse a la sombra del progreso económico de la región, resultado del esfuerzo único de la comunidad Judía…” (Joan Petes, Desde los Tiempos inmemoriales)
Palestina fue sin dudas – imposible negarlo – la geografía que formo al pueblo hebreo, la cuna de su extraordinaria cultura y costumbres, que bien los diferenciara de otras naciones; pero la verdad histórica va más lejos que esta estrecha y nublada mirada.
Omite con reiterada tozudez el Sionismo, que las primeras poblaciones de la región se conformaron con las migraciones de grupos nómadas y la incursión de imperios vecinos, entre las que podemos mencionar a acadios, amorreos, arameos, nómadas de origen berebere, cananeos, pero especialmente egipcios, sumerios, grupos PRE árabes y PRE semitas. Estas dos últimas por entonces sin ningún tipo de vinculo identificable con los árabes e israelíes de hoy. De esta mezcolanza cultural la historia extrajo la formación de las primeras entidades árabes y semitas, que conformaron las culturas urbanas asentadas en toda la Palestina en coexistencia – en ocasiones pacifica en otras no tanto – con tribus sedentarias y nómadas como los filisteos.
No es si no hasta pasado el 1200 a.n.e. que se evidencia el asentamiento de una cultura hebrea en al región con características similares a las hoy conocidas, de forma, valga decirlo, nada amistosa púes, en sus designios de “Pueblo Elegido”, su principal objetivo fue la erradicación de cualquier vertiente cultura urbana de Canaán y Árabe que seguían su desarrollo ancestral en Palestina – tal y como lo describe Jueces I para los interesados en la Teología – pero a la vez dejándose arrastrar en el proceso de intercambio de conocimientos y costumbres con aquellos que decidieron someter.
De este cruce y del punto estratégico que es sin duda esta tierra oriental, creció y se consolidó el antiguo reino Judío de Israel, poderoso durante muchos años antes de caer bajo el yugo de los distintos imperios que conquistaron la región, condenando a un número mayoritario de judíos a la dispersión en occidente: la diáspora. Por otro lado, el intercambio cultural de hebreos y musulmanes que permanecieron en Palestina, propicio la asimilación de una idea de pueblo Palestino e inició así un proceso de formación nacional, definida más por cuestiones geográficas – aunque disímil en ideas religiosas – multicultural, compuesto por israelíes, árabes jordanos, persas – iraníes –, cristianos, etc., que se consideraron a si mismos el pueblo de Palestina.
Lo que sobrevino después fue el resultado de la política discriminatoria de Occidente que llevo a un odio acérrimo contra el pueblo Judío y contra todo lo que oliera a semita – así como hicieron otro tanto con la cultura árabe musulmana –. Discriminación magnificada con la política permisiva de estas naciones occidentales al Fascismo y la proliferación a finales del Siglo XIX, del Antisemitismo en los principales focos de asentamiento de la diáspora: Rusia y Francia – recomiendo leer sobre el Caso Dreifuz en Francia –. De esta forma se propiciaba la formación de dos políticas muy similares: el Nacional Socialismo Alemán y el Sionismo en Europa, encabezado este último por su padre Theodor Herzl, que se amparo en el basamento divino para proponerse como meta:
…..“ Colonizar Palestina, federar y judaizar a los judíos; reafirmar el sentido nacional y gestionar la suficiente presión sobre los gobiernos para alcanzar el objetivo Sionista “(Theodor Herzl 1896)….
Personalmente difiero por mucho de los argumentos del señor Herzl, y al parecer no he sido el único pues el Sionismo, si bien de base fuertemente judaica dista de la moral de este pueblo, quien resistió su identificación con tales concepciones criminales. Para muchos de ellos, en especial los judíos ortodoxos en Palestina, un Estado Judío podía ser únicamente establecido por Dios, en tanto otros apostaron a la izquierda, con la propuesta de resolver el problema del Antisemitismo por la vía de la revolución y la reforma, buscando una asimilación en sociedades nuevas – occidentales sobre todo – de las poblaciones semitas allí existentes, que ya no guardaban relación con distantes tierras en Oriente Próximo.
En este punto hay que regresar a recordar la fecha que mencionan los revisionistas israelíes como inicio del asentamiento musulmán en la región – 1917 –. Para entonces, la población autóctona se componía de musulmanes, una minoría cristiana y una minoría más mínima judía – si es permitida la repetición –, población que al referirse, considerarse y evaluarse a si misma en su conjunto, no se identificaba como una individualidad cultura si no como una totalidad nacional: palestinos. Lo que hace más comprensible el hecho de que judíos con más de tres generaciones nacidas en suelos europeos, no sintieran suyo los terrenos de Palestina.
En cualquier caso y aun luego de la inmigración que hacia Palestina propició la II Guerra Mundial y el régimen fascista en Europa, en 1947 los judíos apenas constituían un tercio de la población y solo ocupaban el seis por ciento (6%) de las tierra, en tanto los judíos occidentales poblaban y morían en campos de exterminio o se empeñaba por liquidar al nazismo desde la resistencia o desde los ejércitos aliados, en el entendido de que no sólo se defendía a sí si no que defendían sus naciones de origen.
Dádiva divina o no, el derecho de los israelíes palestinos, los originarios que nunca abandonaron su tierra y aquellos que hoy quieran vivir bajo sus preceptos antológicos de paz con todos, es un derecho inalienable; pero lo es a la ves el de los árabes que nacieron, se integraron y sudaron por milenios esa tierra – desde de los anales del tiempo – y que han regado sus olivos y sus muertos aun antes que llegara, cruzando el mar, la nación rescatada por Moisés. Ambos pueblos deben y pueden coexistir en paz en una tierra que es suya por historia – no por Dios con el perdón de los religiosos – y como un día unieron fuerzas contra otomanos y británicos hoy pueden y deben hacerlo contra sus propias diferencias.
II
¿Podemos Ser Anti Sionistas Sin Ser Anti Semitas?
Identificar estos conceptos es error común para muchos sin importar nivel intelectual, a ello nos ha llevado la ignorancia cultural fomentada en mundo de información globalizada y encapsulada por trasnacionales que responde a intereses del poder imperial y el sionista, en un empeño de justificar acciones genocidas.
El miedo a ser señalado como antisemita y por consiguiente, ser vinculado con los más monstruosos crímenes de la historia reciente de la humanidad occidental: el Holocausto Nazi, encadena la voz de más de un medio de comunicación e intelectuales al informar la realidad de las políticas Sionistas, donde la peor parte la llevan los árabes palestinos y la causa fundamental es el odio étnico y la sed conquista al más puro estilo de la Alemania Hitleriana.
Victimas de esta Arma de Confusión Masiva hay muchas y se cuentan entre las más recientes el Premio Novel de la Paz y ex Presidente de los Estados Unidos de América Jimmy Carter, injuriado por la prensa pro sionista cuando, al hablar del trato que da el Gobierno Israelí a los territorios ilegalmente ocupados en Palestina, lo califico de segregacionista y los iguala con el extinto régimen del Apartheid.
¿Es acaso el Sionismo la expresión de la nación judía al punto de poder distinguirlo como símil de lo Semita? O como el periodista y escritor Alan Hart cuestiona a sus lectores al inicio del libro Zionism: The Real Enemy of the Jews (El Sionismo: Verdadero Enemigo de los Judíos), ¿Se puede ser Anti-sionista sin ser Anti-semita? La respuesta es simple y concisa: SI SE PUEDE Y SE DEBE.
Si recordamos lo que se expuso en este propio trabajo anteriormente – Palestina: ¿la tierra prometida por Dios a Israel? – la nación judía se formo del proceso de asimilación e intercambio con otros pueblos que se asentaron por siglos en las tierras que hoy constituyen Palestina, lo que a la larga consolido un ente social, cultural, de costumbres y características muy particulares: el pueblo judío.
Entender al sionismo como parte de esa esencia cultural judía y enmarcarlo en la ideología del Judaísmo es una error histórico muy frecuente; sin bien es cierto que el Judaísmo es una corriente de ideológica con principios y pautas muy particulares, nada más distinto a ella que el Sionismo. El Judaísmo es una religión semita, judía, pero no de todos los judíos, tal como sucede con el cristianismo para los occidentales y con el islamismo para los árabes. La fe Judaica posee principios, una línea, un código de conducta y obrar bastante loable y hasta admirable, con normas morales de efecto social que, con sus particularidades según su fe, conforman su esencia.
¿Qué es el Sionismo en cambio? Es una corriente ideológica política que nació en 1897 en Europa, seguida entonces por apenas algunos y sin solides dentro del mundo judío por sus implicaciones y por la tendencia a la deshumanización de sus seguidores. Alimentada con revanchismo, aprovechó los horrores nazi contra miles de judíos en Europa y la vergüenza del mundo ante estos hechos; manipulo a su antojo el Holocausto y alineó en sus filas personalidades sedientas de poder y conquista, convirtiéndose a la larga en la política que sustento el nacimiento del Estado Sionista de Israel en 1948.
No siendo el movimiento político de más participación en el proceso de descolonización palestino, procedió como plaga, igualándose en actuar al propio fascismo, alimentando los odios raciales, étnicos y religiosos a favor de un objetivo bien determinado: la conquista de toda Palestina y el control y dominio sobre las naciones árabes que conforman la región. Una idea que por cierto es más antigua que el propio Estado Israelí.
En 1937 Ben Gurion, padre del Estado Israelí Independiente, decía a su hijo en una carta: “expulsaremos a los árabes y tomaremos sus sitios…con la fuerza a nuestra disposición”; y en todos estos años la fuerza es lo que más ha sobrado al sionista.
Repasar la historia de su crecimiento demuestra su criminalidad y su vinculación con las posiciones más distantes del semitismo y el judaísmo. En pleno auge del Fascismo en Italia y Alemania, figuras Sionistas se hermanaban a la ideología de la superioridad racial de un pueblo sobre otro, manifestando su apoyo a asesinos como Mussolini o Hitler.
Vlademir Jabotinsky, notable judío sionista europeo se contaba entre ellos, su consigna era: “¿Que Queremos? Queremos un imperio al igual que Italia.” Declaraciones que le valieron el respaldo del Duçe quien escribió al Gran Rabino de Roma, Israel Zoller, (Eugenio Zolli), con motivo del Congreso Sionista Revisionista de 1935:
…. “Las condiciones necesarias para el éxito del movimiento sionista es poseer un Estado Judío…hay una persona que conoce esto muy bien y es el ciudadano fascista Jabotinsky”….
Sobran comentarios, salvo añadir que el Congreso en cuestión tuvo total apoyo de Benito Mussolini. Para mayor asombro, estos nexos fascistas continúan siendo política para el Sionismo hoy, al menos en un caso documentado el Gobierno Sionista de Israel empleo a criminales Nazis en operaciones de inteligencia contra países árabes. El criminal prófugo Walter Rauff, conocido y connotado miembro de las SS con un historial de asesinatos en campos de exterminio y Guetos Judíos, fue destinado por los servicios de inteligencia Israelí como espía en Siria (Our Man in Damasco (Nuestro hombre en Damasco), por Sarga Elam and Denis Whitehead, Hearetz 31 de marzo 2007).
En resumidas cuentas el Sionismo es una ideología de odio y segregación racial basada en el exterminio, la rapiña y la conquista colonial de los recursos naturales del pueblo palestino, que comienza con la conquista de sus vidas, al punto de que hoy podemos hablar de un segundo Holocausto.
Identificar al Sionismo con la esencia de la teología judía, o simplemente con el pueblo israelí, es un error de occidente bien aprovechado por el Gobierno Sionista y por el Lobby Sionista que controla a los Estados Unidos. Medios de prensa, revisionismo histórico, seudo intelectuales y fachadas de estadistas nos bombardean diariamente con la idea de que Sionismo e Israel es uno mismo, nos imponen como victimas de esta Arma de Confusión en Masas.
Es la intención de esta farsa amenazarnos con dedo acusador llamándonos fascistas, antisemitas y con ello crear cortinas de humos para opacar la realidad del genocidio sionista, a la par que se hace cómplice a todo un pueblo de los crímenes de un grupo minoritario y desquiciado que llevará a Israel a su ruina.
En tanto escuchar las voces del pensamiento verdaderamente judío, que se empeña el Sionismo ocultar y adulterar, es la única solución; trabajos como los de Hart, o como los de Hanna Mermestein, judía y cofundadora del Birthrigtht Unplagged, quien decía en un artículo publicado en THE JEWISH ADVOCATE ON LINE:
“A medida que se nos aproxima el 60 aniversario del estado de Israel, 60 aniversario de la Nakba - catástrofe en árabe – recordemos…. Permitámonos recordar a los 6 millones de personas privadas de sus derechos humanos por 60 años, y permitámonos como pueblo judío con una historia de opresión y una tradición de justicia social luchar por el derecho del pueblo originario – entiéndase árabes palestinos - a retornar a su tierra. Esta es nuestra única esperanza de una verdadera paz y seguridad en la región”
En este sentido, ser Anti Sionista es ser marcadamente Pro Semita, nos aleja de ideas Fascistas y rinde honor a los miles de millones de victimas – judíos o no - del primer gran crimen de odio de la era moderna. COMBATIR AL SIONISMO ES REVERENCIAR AL PUEBLO JUDÍO Y AL PUEBLO ÁRABE PALESTINO, NO ME CABE DUDAS.
J.D.G (Manu)
Ciudad de la Habana, Cuba.
7 de enero de 2009
No hay comentarios:
Publicar un comentario