Israel es el único país ocupante en el mundo capaz de castigar a los seres humanos aún después de muertos
Desde 1967, las fuerzas ocupantes israelíes han arrestado a más de 10.000 mujeres palestinas de edades y procedencias diversas.
Durante la Intifada de Al-Aqsa fueron arrestadas 720 mujeres palestinas, de ellas siguen aún detenidas 102.
Arrestar a madres, a esposas y hermanas de detenidos o de personas buscadas es una forma de castigo colectivo que persigue presionar y obligar a los hombres palestinos a confesar o a rendirse. En muchos de los incidentes, las mujeres palestinas detenidas recibieron amenazas de detener con ellas a sus niños para obligarlas a cooperar. Un informe del Comité Público contra la Tortura de Israel (abril 2008) relataba seis casos, en lo que va del año, en que las fuerzas israelíes habían amenazado a prisioneros palestinos con detener a miembros de su familia. Hay informes documentados de detenciones de miembros de las familias de prisioneros políticos sin razón legal alguna para hacerlo. Ese informe fue remitido a la Knesset. El jefe del servicio de seguridad interna israelí (Shin Bet) corroboró que la Unidad de Investigación había confirmado al menos una situación de ese tipo durante la vista del caso.
Algunas de las mujeres detenidas tienen hermanos o maridos retenidos también en otras cárceles, pero la administración de las prisiones de Israel se niega a conceder el intercambio de visitas entre los miembros de las familias.
El Ministerio palestino para los Prisioneros ha asegurado en sus informes que todas las mujeres arrestadas habían sido sometidas a torturas psicológicas o físicas y en algunos casos a ambas, en diferentes grados y métodos. Algunas eran también acosadas sexualmente. Suelen mantener a las mujeres varios meses en celdas y cámaras de interrogatorio para trasladarlas después a siniestras prisiones donde han de sobrevivir en muy duras condiciones; algunas fueron liberadas pero sin indemnización ni disculpa algunas.
De las ciento dos mujeres palestinas que siguen aún prisioneras desde la Intifada de Al Aqsa, noventa y ocho provienen de lugares del norte de Palestina y Jerusalén y cuatro son de las zonas sureñas. Entre ellas hay cuatro muchachas menores de edad.
La Dra. Mariam Saleh, Vicepresidenta del Consejo Legislativo Palestino y Ministra para Asuntos de la Mujer se encuentra entre esas detenidas.
Cincuenta y dos de esas prisioneras han sido ya sentenciadas, algunas a cadena perpetua, otras a penas de varias vidas de duración. Cuarenta y cinco tienen la sentencia suspendida, seis están detenidas en centros de detención administrativa. Cuatro dieron a luz en prisión sin los adecuados cuidados sanitarios y les negaron que algún familiar pudiera acompañarlas durante el parto. Esas madres son: Mervat Taha, Manal Ghanem, Samar Subaih y Fatima Alziq. Antes de la Intifada, otras muchas mujeres tuvieron a sus bebés en condiciones parecidas.
El sufrimiento de las mujeres palestinas en las cárceles israelíes no ha dejado de aumentar; las condiciones de las prisioneras se deterioran de forma continua y peligrosa; además, están sometidas a campañas de represión por parte del departamento israelí de prisiones sin miramiento alguno hacia sus necesidades específicas de género. Ese trato ha acabado afectando gravemente su salud mental, especialmente de las que llevan confinadas en solitario períodos que van desde unos meses a varios años.
Confinamiento en solitario también tras la muerte
El castigo que supone la detención de las mujeres palestinas no se limita sólo a mujeres vivas, las autoridades ocupantes israelíes han arrestado a varias mujeres después de haberlas asesinado y, para que el castigo sea más efectivo, han encerrado sus cuerpos en congeladores o en fosas comunes numeradas, negándose a entregarlos o a permitir que sus familias les puedan dar un entierro digno. Algunos de los nombres de las mujeres muertas y hechas después prisioneras son:
Ayat Alajras
Dalal Almughrabi
Darin Abu Eshah
Wafaa Edris
Hanadi Yaradat
Hiba Daraghme
Israel es el único país ocupante en el mundo capaz de castigar a los seres humanos aún después de muertos, en violación de todas las normas y leyes universales éticas. Lo hacen sobre todo porque saben lo importante que para un musulmán es, desde el punto de vista religioso, enterrar un cuerpo muerto.
Falsos arrestos
Uno de los procedimientos manipuladores de Israel es fingir el arresto de un miembro de la familia de un prisionero para presionarle e intentar así que confiese y coopere. Para esos tortuosos objetivos se utiliza a madres, hijas, esposas y hermanas a fin de presionar psicológica y mentalmente cuanto puedan los prisioneros. La madre de un prisionero declaró que la habían esposado antes del encuentro con su hijo para darle a éste la impresión de que se lo iban a hacer pasar muy mal por culpa suya. Otro prisionero, de nombre Mahmoud Alswaiti, fue detenido en la ciudad cisjordana de Hebrón como sospechoso de pertenencia a grupo armado. Se le dijo que su mujer y su padre habían sido también arrestados y, para agobiarle aún más y hacer creíble su historia, los guardias israelíes obligaron a su mujer y a su padre a caminar cerca de la ventana de la celda donde se encontraba para que pudiera verles rodeados de guardias fuertemente armados. También obligaron al padre a vestir una camisa similar a la que llevan los prisioneros.
Al ver esas actuaciones una vez y otra, Alswaiti intentó suicidarse, el comité remitió la prueba de uno de los interrogadores de que Alswaiti había tratado de estrangularse utilizando su propia camisa y que también había estado golpeándose la cabeza contra la pared y la mesa por la impotencia sentida al no poder ayudar a su mujer y a su anciano padre y no poder librarles de la humillante experiencia.
Lo que puede esperar una madre palestina
Normalmente, todas las madres tienen una serie de sueños y esperanzas, como ser testigos de la graduación de sus hijos o de sus bodas. Pero los sueños de las madres palestinas son distintos, descabellados…
Una de esas soñadoras es una madre de la ciudad de Qufor Qleel, al sur de la ciudad de Nablus.
Ribhiyedh Alquni tiene 59 años y sus sueños se reducen a tener a sus cinco hijos encarcelados juntos en una única prisión donde poder visitarles a todos al mismo tiempo.
Ribhiyeh tiene problemas coronarios y de diabetes y no puede ir de visita más de una vez a la semana. Por eso sólo puede visitar a un hijo cada vez y ella se siente como si dejara abandonados a los otros cuatro.
Sus hijos son: Mazin, de 30 años, arrestado hace cinco años por las fuerzas ocupantes. Está en prisión aunque es paralítico y todavía no le han acusado de nada. Detenido en la prisión de Mejido. Su hermano Samir, 29 años, está sentenciado a 40 años y diez días de cárcel, fue arrestado hace seis años y sufre problemas renales. Samir está detenido en la prisión de Rimon. Buraq, de 23 años, fue encarcelado al principio por tres años, y luego liberado; después le arrestaron de nuevo por un período de 17 meses; y los investigadores están pidiendo una pena de prisión de 7 años. Le acaban de trasladar a la prisión de Mejido. Hazim, 27 años, desde hace seis años cumple sentencia de cadena perpetua en la prisión de Yalbua. Muhammad, el menor de sus hijos, tiene 20 años, fue detenido hace año y medio pero aún no le han condenado.
Su madre sufre mucho porque no puede disfrutar de la presencia de sus hijos en otro lugar que no sea la cárcel. Sonreía y lloraba al explicar que su hijo Muhammad y su hermano Hazim se habían encontrado una vez en una de las celdas de la prisión de Yalbua, pero que no pudieron identificarse el uno al otro porque cuando detuvieron a Hazim, Muhammad era aún muy pequeño y, además, su hinchado rostro a causa de las torturas padecidas le hacían irreconocible.
La madre confía en poder ver a todos sus hijos a la vez. Declaró que, además, a tres de ellos, Muhammad, Buraq y Mazin, no les había vuelto a ver desde el momento en que se los llevaron detenidos.
No deja de rezar para que pongan a todos sus hijos juntos en la misma prisión. “Mi hogar está vacío sin ellos”, dijo.
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