Esa será la posición común europea en la próxima reunión de los países del G-20 (que agrupa a las principales economías del mundo), que se celebrará en Pittsburgh los próximos 24 y 25 de septiembre. El objetivo es convencer a EE UU y a los grandes países emergentes, con China e India a la cabeza, para establecer una estrategia coordinada de salida de la crisis -con el corolario de esa limitación para las retribuciones de la banca- y de lucha contra el cambio climático.
La posición de la Unión sobre los límites a losbonus salió notablemente fortalecida tras el giro experimentado en la posición del Reino Unido, que hasta ahora apoyaba las tesis de Washington en contra de acotar los sueldos. "No vamos a aceptar la vuelta a los viejos tiempos tal y como algunas instituciones quieren", sentenció el primer ministro británico, Gordon Brown, en referencia a las presiones del lobby financiero. No obstante, insistió en la necesidad de "coordinar" cualquier decisión en esa materia porque de lo contrario los banqueros "se marcharán a los países que no estén sujetos a una regulación estricta". Eso ya empieza a suceder en el Reino Unido: un grupo de 45 ejecutivos de Barclays, una de las mayores entidades, trabajarán en una sociedad recién creada en un paraíso fiscal -las Islas Caimán- ante el temor a que la UE haga efectiva su amenaza e imponga límites a las retribuciones, según el diario The Times.
Aunque son muchas las causas de la crisis financiera que hace dos años se desató en EE UU provocando una gran recesión en el mundo desarrollado, la limitación de los sueldos de los ejecutivos se ha convertido en el mascarón de proa de la lucha contra los desmanes y fracasos del modelo financiero. La falta de regulación fue origen de grandes fortunas entre los directivos de la banca. Pero ahora esas prácticas, asociadas a los enormes riesgos asumidos durante los años de excesos, las pagan los contribuyentes, sobre todo en EE UU, Reino Unido, Irlanda y Alemania.
El presidente francés, Nicolas Sarkozy, se mostró confiado en la posibilidad de alcanzar un acuerdo con el presidente de EE UU, Barack Obama, quien en su opinión desea un cambio en materia de bonus. Aun así reconoció que todavía "no hay un acuerdo sobre cómo establecer el límite". Obama, sin embargo, se descolgó el pasado lunes con unas declaraciones en sentido contrario: "Estamos en un país en el que generalmente [el Gobierno] no dice lo que uno puede pagar o no a sus empleados", dijo en Wall Street.
Europa cierra filas contra los excesos que causaron la crisis, materializados en los sobresueldos de la banca. Más aún cuando al calor de la incipiente recuperación losbonus han vuelto a aparecer. Esa recaída en las antiguas prácticas provocó ayer las airadas críticas de José Manuel Barroso, presidente de la Comisión Europea. "Nuestros ciudadanos", dijo, "están horrorizados ante las informaciones de que los bancos que han recibido dinero público están pagando bonus exorbitantes". Ante ese malestar, algunos líderes de la UE defienden que la nueva política salarial se aplique en Europa aunque no se alcance un pacto con EE UU: "Si esta idea fracasa [en Pittsburgh], deberíamos hacer lo que pensamos, hagan lo que hagan los americanos", sentenció el luxemburgués Jean Claude Juncker.
A pesar de la incipiente reactivación en economías como la francesa y la alemana, la reunión se desarrolló en un clima de seria preocupación. "La recuperación económica no puede darse por conseguida mientras el desempleo aumente", señaló Brown. Reinfeldt insistió en este tono sombrío al señalar que los primeros signos de luz que se detectan en Europa son "sólo un respiro temporal". "Los riesgos se mantienen", dijo.
Los líderes europeos acordaron también mantener los planes de estímulo fiscal, y al mismo tiempo preparar una estrategia de salida para cuando la recuperación se consolide. Pero incluso con los multimillonarios paquetes de ayudas públicas la factura de la crisis será colosal en términos de empleo. El presidente sueco subrayó su preocupación por el paro, que según las últimas previsiones "aumentará en 11 millones de personas entre 2009 y 2010" en los Veintisiete.
El tercer acuerdo estrella de la noche fue la estrategia que presentará la UE en materia de lucha contra el cambio climático en la próxima cumbre de Copenhague. La polémica estriba en la cuantía de las ayudas que los países desarrollados están dispuestos a conceder a los países pobres a cambio de reducir las emisiones. La UE acordó una asignación anual que debería alcanzar los 100.000 millones de euros anuales a la altura de 2020. Bruselas cree que la Unión deberían contribuir con el 15% de esa cifra.
En relación con ese debate, Reinfeldt manifestó su preocupación por la demora en las negociaciones. "Los objetivos de reducción de gases de efecto invernadero en ciertos países avanzan con demasiada lentitud", afirmó. "Es el momento", añadió "para que los dirigentes despierten". "Sólo quedan 80 días para la reunión de Copenhague y todavía quedan 2.500 corchetes por rellenar en los documentos del acuerdo", remachó.
Las reuniones del G-20 fueron una iniciativa promovida por la UE hace un año, en busca de una mayor coordinación de las políticas económicas para hacer frente a la crisis. En este sentido, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, manifestó su convicción en que la cumbre de Pittsburgh sea "una reunión para una cooperación más amplia, porque la globalización de la economía mundial requiere una mayor coordinación".
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