martes, 23 de agosto de 2011

Queridos represores

Queridos miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad:
Permitid que os enviemos un mensaje a todos vosotros. A los agentes de la Policía Nacional, de los Mossos d’Esquadra, de la Ertzaintza, de la Guardia Civil, de la Policía Local o Municipal, de la Guardia Urbana… A todos. También a los militares. De Tierra, del Aire o de Marina. Del Ejército español, de la OTAN o de la ONU. A los que van con gorra o con casco, con escudo o sin él, con porra o con silbato, con pistola o con fusil, de uniforme o de paisano. Escuchad, por favor:
Sabemos y sabéis que sois personas como nosotros, aunque vuestros altos mandos se empeñen en haceros creer –en hacernos creer a todos– que no es así. Sabemos y sabéis que os han enseñado a ignorar a vuestra conciencia y a olvidar vuestro lado humano. Sabemos y sabéis que habéis aprendido a actuar con contundencia en caso de duda, porque «de la cárcel se sale; del cementerio, no». Sabemos y sabéis que también vosotros tenéis familia e hipoteca, y que entre esa masa indignada a la que golpeáis podrían estar vuestros propios hijos, parientes, amigos o vecinos.
Y sin embargo, actuáis como si estuvierais vacunados contra los abusos del sistema. Y no lo estáis. Los recortes sociales os afectan como a todo quisque. También a vosotros os han arrebatado derechos. También en vuestro gremio se trabaja más por menos. Os han quitado moscosos y os han bajado el sueldo. Os han alargado la vida laboral como a los demás. Vuestras pensiones son tan vulnerables como las nuestras. Vuestro estado de bienestar se ha encogido como el de todos. Y aun así, seguís acatando y ejecutando órdenes injustas. ¿Cuánto vais a tardar en reaccionar, en comprender que vuestro sitio está al lado de los oprimidos porque formáis parte de esa mayoría atropellada? ¿Esperaréis a que una desgracia personal os impida pagar vuestros créditos y sean vuestros propios compañeros quienes vengan a ejecutar el desahucio que deje a vuestra familia en la calle y con una deuda de por vida?
Quienes protestamos en las calles y las plazas, en los blogs y las asambleas también estamos luchando por el futuro de vuestros puestos de trabajo. De vuestras pensiones. De vuestros hijos. Y lo hacemos pacíficamente; sin agresiones. No es justo, alegáis, que unos pocos cientos de manifestantes corten las calles y colapsen una ciudad que pertenece a varios millones de ciudadanos. ¿Y sí lo es que poco más de trescientos diputados se presten a servir de guiñoles de los poderosos y pongan la ley a su servicio traicionando la soberanía de quienes los hemos elegido? ¿Es acaso justo que unas pocas docenas de megacorporaciones a las que nadie ha votado tomen decisiones que nos condenan a la inmensa mayoría a la miseria mientras ellas ganan más y más dinero y acumulan más y más poder? ¿No os dais cuenta de que tras ese eufemismo anónimo y espurio de los mercados se esconden los de siempre, la clase dirigente, los ricos que nos explotan? ¿Es que no veis que vuestro uniforme de funcionarios no es ningún antídoto contra la pobreza?
Reflexionad sobre ello, porque la lucha no ha hecho más que empezar. Será larga y se irá recrudeciendo a medida que las masas tomen conciencia de su poder y los bastardos que toman las decisiones se dejen llevar por el pánico. Nos encantaría equivocarnos, pero todo parece indicar que las cosas van a ir a peor. En lo económico, en lo social y, desde luego, en la calle. Todavía no ha pasado nada irremediable. Solo heridos de distinta consideración. No esperéis a que ocurra algo que no podáis perdonaros. Por cierto, haríais bien en justificar con imágenes los heridos en vuestras filas. En la abundante información gráfica que se maneja no hay ni una sola instantánea o vídeo que recoja una agresión a un policía. Ninguna mentira puede sostenerse eternamente, y aunque vuestra brutalidad pueda quedar silenciada por la vergonzosa connivencia de los medios nacionales, nada impedirá que vuestras injustificables actuaciones den la vuelta al mundo.
Y esto va a durar. El chantaje financiero que ya estamos padeciendo no va a parar, y la respuesta indignada, tampoco. Si algo nos ha enseñado la historia es que la avaricia no tiene límites. Es una enfermedad que se alimenta a sí misma en las conciencias de los desalmados. Nunca tendrán bastante. Ya han copado las finanzas, los seguros, la energía, la gran industria, los transportes, las comunicaciones y los medios. Muchos de esos sectores fueron un día públicos, nuestros, de todos. Nos los han robado con la connivencia de quienes dicen actuar en nuestro nombre, pero no nos representan. Ahora están desembarcando en las loterías, la educación, la sanidad y las pensiones. Pero tampoco eso bastará para saciar su ansia. Lo quieren todo. Somos sus esclavos; ganado para sus granjas. Los poderosos no están ciegos; ven su propio fin y están acelerando la marcha antes de que todo se desmorone. Ellos tienen conciencia de clase; a nosotros nos la anestesiaron con la promesa de las oportunidades. Cada vez somos más los que empezamos a recuperarla. Os invitamos a hacer lo mismo.
Aún estáis a tiempo. Siempre estaréis a tiempo de reaccionar. De indignaros y rebelaros. No contra quienes os hacemos frente con actitud no violenta, sino contra las criminales decisiones de quienes os utilizan en su cobardía para defender su miserable estatus. Las órdenes que recibís no son una coartada. No somos vuestros enemigos. Vuestro bando es el nuestro. Cuando queráis sumaros, os recibiremos con los brazos abiertos.
Red Kite, agosto 2011.

El titulo de esta entrada enlaza directamente con el original.

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