Uno de los clásicos reproches contra el darwinismo era el de haber favorecido una visión de la naturaleza "ensangrentada en dientes y garras" (Tennyson) donde no había espacio para la acción moral. En un sentido similar, recientemente los darwinianos "de izquierdas" han intentado desdramatizar la relación entre el naturalismo y la tradición liberal, recuperando la teoría de los sentimientos morales del mismo Adam Smith.
Ambas críticas son ajustadas y configuran un paradigma que hace sitio a la acción moral en un marco estrictamente naturalista y donde el estudio de la empatía se ha convertido en fundamental.
Una de las más importantes consecuencias de la psicología animal moderna es que nos ha mostrado una profunda continuidad de los sentimientos y la cognición moral entre distintas especies. Los animales no humanos no actúan de forma "estereotipada" como creía Descartes (y hoy sigue pensando Pío Moa). Experimentos con ratones desde los años sesenta del siglo pasado muestran que las respuestas que ofrecen estos animales ante el sufrimiento de sus congéneres tienen lugar sin ninguna experiencia previa. Se sabe también que los monos rhesus prefieren morir de hambre antes de que se impongan descargas eléctricas dolorosas a sus congéneres. Este conjunto de hechos empíricos, como señalan de Waal y Preston: "sugieren que la empatía es un fenómeno filogenético continuo, tal y como fué sugerido por Charles Darwin hace más de un siglo".
Para saber más sobre la empatía es preciso combinar el estudio de sus causas próximas y lejanas, para evocar la distinción de Mayr. Las causas próximas tienen que ver con los factores inmediatos y los mecanismos físicos de las acciones, mientras que las lejanas apuntan al "sentido evolutivo" de las mismas en cuanto son responsables del cambio en la información genética de las especies. Esta metodología apunta claramente a la consiliencia de las ciencias del comportamiento, y permite entender que -cuando se trata de estudiar la acción moral- las expectativas "racionales" sobre la reciprocidad no están reñidas con la neurobiología del dolor y del placer. Los investigadores últimamente han probado estas hipótesis mediante experimentos en los que han participado monos capuchinos: "A los monos les gusta compartir":
A los capuchinos se les deba a escoger entre dos opciones: la opción egoísta, en la que era recompensado un sólo capuchino con una pieza de fruta, y la opción prosocial, en la que ambos capuchinos eran recompensados. Predominantemente, los monos seleccionaban la opción prosocial cuando eran emparejados con un familiar o un individuo próximo, pero no cuando eran emparejados con un extraño.
De Waal añadía:
El hecho de que predominantemente los capuchinos seleccionaran la opción prosocial debe significar que la vista de otro mono recibiendo comida es satisfactoria o compensatoria para ellos (...) Pensamos que el comportamiento prosocial está basado en la empatía. La empatía se incrementa tanto entre los animales como entre los humanos en función de la cercanía y, en nuestro estudio, los parientes más cercanos escogen más opciones prosociales.
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