jueves, 16 de junio de 2011

La casta se cabrea

 Copio y pego desde el Incordio, por el bien de todos, enlazando el titulo directamente con el original.

De la serie: Esto es lo que hay


Ayer, por fin, se lió. Bueno, o eso dicen. O eso parece. O vete a saber. Está más que evidente y manifiestamente claro que los medios rugen de entusiasmo al disponer de un pretexto para atacar -a saco- al movimiento 15M. Evidentemente, como voceras de sus amos. Están acojonados ante lo que pudiera acontecer el domingo; no porque teman nada luctuoso (saben que, si no lo provocan ellos, no va a haberlo) sino más bien algo masivo, algo que llene -que va a llenar- los telediarios vespertinos de ese domingo en todo el mundo.
Ayer, o entre ayer y anteayer, grosso modo pasaron tres cosas: lo del parlamento catalán, lo de Cayo Lara en la acción antidesahucio y lo de Gallardón en Madrid. Por partes, de más sencillo a más complicado.
Gallardón prohibió determinadas manifestaciones de exceso sónico para la cosa esta del orgullo gay en Chueca -prohibición que su colega Botella no ha hecho, sin embargo, extensivas a otras fiestas de otro orden en otros barrios- y ¿consecuentemente? el otro día, paseando con su familia, fue abucheado. Nada más que abucheado, no se le agredió físicamente, al menos que conste. Y Gallardón se cabreó de mala manera.
Cayo Lara acudió a una acción convocada para impedir un desahucio por ejecución hipotecaria -acción, por cierto, que tuvo éxito- y fue abucheado. Igual que Gallardón, fue abucheado, no se le agredió físicamente. Y Cayo Lara se cabreó de mala manera.
Lo del Parlament de Catalunya ayer es más complejo. Esencialmente habría que tratar dos cuestiones: la primera, el hecho de que se intentara bloquear el acceso al edificio del Parlament; la segunda, si hubo o no violencia sobre los diputados y, en todo caso, si hubo o no violencia en general. También ahí habrá que ir por partes.
¿Es legítimo -siquiera moralmente- bloquear los accesos a un parlamento democrático? Eso nos lleva a otra pregunta: ¿es sacralizable un parlamento democrático? Aquí hay que hacer varias consideraciones: un parlamento podrá ser, si se quiere, una especie de templo de la representación ciudadana. Bueno, bien, vale. Una ciudadanía en la calle, no representa a nadie porque es la propia ciudadanía. ¿En qué medida? Esto nos lleva ya a la guerra de cifras y a la representatividad implícita (nunca formal) de la gente en la calle. Porque, claro, dejando aparte los dimes y diretes sobre si en la calle había dos mil, veinte mil o doscientos mil (es retórico: por supuesto que doscientos mil no los había y veinte mil, probablemente, tampoco, aunque también me parece que había bastantes más de dos mil) sí es del dominio público la general consideración, por parte de la ciudadanía, de que la política está secuestrada por la casta. Desde este punto de vista, el templo de la representación ciudadana resultaría lleno de mercaderes y, así las cosas, los que ayer estaban en la calle no ostentaban una representación pero sí que constituían un reflejo del sentir de la ciudadanía. No le estoy dando vueltas demagógicas a las cosas: el sentir de la ciudadanía está más que claro en las encuestas y en lo masivo del propio movimiento del 15M, reiterado, desde el pasado 15 de mayo en multitud de ocasiones, de lugares y de circunstancias. ¿Confieren este reflejo del sentir de la ciudadanía y el bastardeo de la institución representativa por parte de la casta legitimidad moral suficiente para bloquear en un momento determinado el acceso a un parlamento? Esto es algo que cabe discutir. Y cuando digo discutir, lo digo en el sentido de someter a debate y no -o no necesariamente- en el de impugnar.
Violencia. Hubo, es evidente, escenas indeseables: algún empujón, un par de pintadas y el señor este discapacitado que dice -y parece que lo dice en serio y todo, no cuelgues- que le intentaron robar el perro lazarillo. Es condenable, por supuesto, y jamás debió ocurrir. Hay algo, sin embargo, a lo que habrá que acostumbrarse y luego me extenderé sobre ello: se trata de una convocatoria horizontal y, por tanto, nadie tiene el control, ni para bien, ni para mal. Por tanto, es inevitable que sucedan cosas como estas que, repito, son lamentables pero absolutamente inevitables (de hecho, la propia policía no las pudo evitar… ¿o sí?) y que llegan a suceder incluso en convocatorias mucho más controladas verticalmente. Se reconocerá, no obstante, que no se trata de agresiones muy graves, al menos en cuanto a sus consecuencias; si se hubiera tratado de la masa desencadenada que se quiere pintar, ayer hubiera sido una jornada de luto.
Pero, por otro lado, hubo treinta y dos heridos o lesionados, sólo dos de ellos policías y, en todos los casos, afortunadamente, leves. La pregunta es: ¿quién causó estos heridos? ¿Ellos mismos? ¿Se autolesionaron? Nuevamente, cuando se habla de violencia, los datos objetivos, es decir, el número de heridos, señala claramente a la policía. Habría que ver, en todo caso, en qué circunstancias se produjeron porque, ya puestos, extraña mucho que la misma gente que hace quince días recibió una soberana paliza a manos policiales sin incurrir a su vez en el menor acto violento ni antes ni después de ser bestialmente apaleada, se dedique a la violencia así, por las buenas, sin más (que es de lo que todos los medios con rara unanimidad y sospechoso entusiasmo están acusando al 15M).
Coincidiendo con los dos casos anteriores, hubo abucheos, eso sí, a saco, para todos, sin distinguir formación política alguna, como es, por otra parte, coherente, porque el 15M no va contra ningún partido concreto sino contra la casta que los domina todos.
Y, finalmente, la policía dando la nota de nuevo. En primer lugar -olé por la profesionalidad- los policías infiltrados fueron detectados y prolijamente fotografiados y videografiados. En segundo lugar, se acusa a estos policías infiltrados de actuar de agents provocateurs y de haber sido precisamente ellos los que llevaran a cabo acciones violentas arrojando objetos. En algunos vídeos se observa a la gente acusándoles de estos actos. ¿Hay vídeos que muestren a estos policías llevando a cabo estas acciones? No han sido vistos -la mayoría de las filmaciones se iniciaron justamente después de ellas y como consecuencia, dicen, de las mismas- pero parece que podría haberlas y que se están buscando para utilizarlas como prueba en acciones judiciales que podrían entablarse contra ellos. Habrá que esperar. Mientras tanto, alguien debería explicar a qué obedecen las infiltraciones y por qué -suponiendo, aunque no admitiendo, su eventual necesidad- actuaron en manada y no como parecería más lógico y operativo, dispersos solos o por parejas. Una agrupación de más de media docena de agentes -lo que, por lo demás, debió facilitar su detección, muy difícil con otro despliegue más discreto- es sospechosísima y confiere, a priori cierta verosimilitud a las acusaciones de provocación que se efectúan contra ellos.
Hasta aquí, lo que hay. Vayamos ahora a sacar algunas conclusiones.
En primer lugar, me hace gracia ese aire de ofensa de los políticos abucheados y me hace aún más gracia el tono de reproche que se formula desde los medios contra los abucheos. Perdón pero: ¿quién dijo que un político no puede ser abucheado?. ¿Es que no va ello con el sueldo? El abucheo, señores, es una manifestación de la libertad de expresión; que puede ser considerado como más o menos inelegante, pero es lo que hay. Si a Gallardón no le gusta que le abucheen los gays, que no les toque las narices; y si se las toca, aún por la muy digna razón de que considere su deber hacerlo, debe apencar con el pataleo de los perjudicados. Va con el sueldo, repito.
Lo mismo con Cayo Lara. Arguye que es injusto que le abucheen porque él mismo había participado, cuando no era nadie en actos como el del suceso en cuestión. Pues a lo mejor es injusto, no lo sé, pero también va con el sueldo y tiene que aguantarse. Si no quiere que lo abucheen y participar de acciones anti-desahucio, que abandone los palacios de la casta y que regrese al lugar del que procedió. Entonces no le abuchearán, de la misma manera que antaño no fue abucheado.
Ídem del lienzo con los abucheos que sufrieron ayer los diputados catalanes. ¡Pues anda que no estamos los ciudadanos hasta más arriba de la coronilla de tanto presenciar abucheos en los distintos parlamentos, nacional y autonómicos…! Y lo que no son abucheos sino rifirrafes degradantes a dos, tres y cuatro bandas. Y hay un partido -no diré cuál es, pero está en la mente de todos- que usa y abusa prolijamente de esto del abucheo, técnica en la que sus miembros son depurados maestros (partido que, huelga decirlo, largó ayer abundantes sapos y culebras contra el 15M, desde el de la barba hasta la del bótox).
En otras palabras: pretenden en serio que les votemos y que, a continuación, permanezcamos en nuestras casas calladitos y acríticos, sin decir esta boca es mía durante cuatro años, hagan lo que hagan (y que, pasados los cuatro años, repitamos el ciclo como si tal cosa). Pretenden en serio que permanezcamos en silencio mientras ellos están destrozando impunemente a toda una generación, mientras están acabando con el estado del bienestar, mientras están al sumiso servicio de los mercados financieros, mientras nos están traicionando alevosamente, mientras se entregan unos o toleran plácidamente otros la corrupción económica y/o política más abyecta. Y no les basta con eso: ¡¡pretenden, encima, que les aplaudamos y les consideremos acreedores a la máxima dignidad!!.
Dejémonos de cuentos: en términos de violencia, ayer no pasó absolutamente nada que fuera más allá de meras anécdotas sin mayores consecuencias; y si algo no fue una anécdota, si algo tuvo o debiera tener alguna consecuencia, sería, en todo caso, la sospechosísima y muy poco profesional actuación (en el mejor de los casos) de un grupo de policías de paisano.
Lo único que ocurrió ayer es que cuatro gilipollas y/o un bien aleccionado grupo de policías, montaron algo de pollo sin mayores consecuencias en una manifestación cívica absolutamente pacífica que se dedicó, eso sí, a abroncar a los políticos muy agriamente, cosa que a los políticos, siempre tan pagados de sí mismos, les sienta como un tiro en la barriga, sobre todo cuando la cosa acontece en público (ahí les duele aún mucho más: en privado, tienen unas tragaderas como el desagüe de las cataratas del Niágara). Ayer, lo único que ocurrió es que unos medios tan corruptos como el sistema al que jalean encontraron una gotita de agua sucia y la metieron en un caldero enorme que ellos mismos llenaron de mierda.
Saben -como sabemos nosotros, aunque esos mismos medios nos lo intenten ocultar- que está toda la atención mundial puesta sobre los movimientos cívicos en España; el 15M les pilló a contrapié, pero esa jornada y las que subsiguieron, las escenas de protesta masiva ante los intentos de levantar las acampadas en Madrid y Barcelona, les han mostrado que se trata de algo masivo, que detrás de esas decenas y decenas de miles de ciudadanos que se movilizaron y se movilizan aún por toda España están las voluntades, los anhelos, la protesta y la opinión de millones de españoles. Consecuentemente, le tienen un pánico loco a lo que pueda ocurrir -y no precisamente en términos de violencia- la jornada del domingo, que podría constituir un enorme bofetón -en términos figurados, no vaya a ser…- al tinglado actual de la casta. Saben que si lo del domingo triunfa -y triunfará- esto irá hacia adelante ya sin freno posible y, si es así, dentro de un año puede ser verdad aquello que dijo Guerra de que a España no la va a conocer ni su madre. Por eso van a intentar por todos los medios, sin regatear juego sucio, desactivar la convocatoria del domingo. Y si no pueden desactivarla, la minusvalorarán. Seguro que a estas horas ya están las crónicas incluso redactadas.
No lo conseguirán. El domingo, miles y más miles de ciudadanos vamos a demostrarles, en toda España -y pacíficamente, además, como siempre ha sido-, que estamos hasta las narices de ellos y de sus guarradas.
Y que o cambian las reglas o las cambiaremos nosotros. Así de claro.

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