Reconozco mi error. Auguré que el presidente socioliberal convertido en neoliberal con profundas convicciones concentraría todos los ajustes, reformas, guerras imperialistas y privatizaciones en un periodo suficientemente separado de las elecciones, para que el amigo candidato tuviese tiempo de aparentar distancia, sin que la acción de gobierno mostrara la desnudez de sus engaños de feria. Ahora pienso que el presidente, que en Ferraz sonreía en 2004 cuando le gritaban sus afectos que no fallara, quiere hacer el servicio completo a sus amos, sabiendo que mucha gente ya está impermeabilizada contra las promesas electorales de su cándido mercachifle. Asumen su derrota y el turno del Partido Popular en la alternacia; pensarán en usar ese discurso de buhoneros durante los años de oposición, con la esperanza de que la decepción abismal de sus electores caiga en olvido con el andar de los años y su pose progre de oposición.
En este lustro de ofensiva hiperactiva y demente de los capitales financiero y productivo para la demolición de los cauces sociales que desviaban parte de la renta lejos de sus enriquecimientos infinitos, los dueños del sistema no descansan ni dejan descansar a su Fulgor Sedano (el administrador del latifundio del cacique Pedro Páramo, en la novela de Juan Rulfo) de turno. Estos dioses a toda hora exigen un sacrificio (un aumento del IVA, una rebaja de sueldos públicos, una reducción de la ayuda oficial al desarrollo, un abaratamiento del despido, una privatización de las cajas, la fragmentación de la negociación colectiva que ampara al débil trabajador solitario, un alargamiento de la vida laboral, una privatización de las loterías, una guerra de rapiña, una disminución del IVA de las casas que quieren vender los banqueros, la constitucionalización del dogma liberal del déficit cero, …). En su sed de lujo y patrimonios sin horizonte no hay lástima por quienes sufren sus sueños realizados en la precariedad, el desempleo, la pobreza, la indigencia; ni piedad por las vacaciones de su administrador.
Llegó la hora de hacer otra reforma laboral. En sólo un año han derrumbado algunos de los muros de contención en el terreno de las relaciones laborales, construídos con la sangre y el sufrimiento de generaciones de trabajadores en lucha. Se facilita el despido con causas objetivas, que tiene la menor de las indemnizaciones por extinción del contrato. Por si fuera poco, no sea que un juzgado no encuentre la causa objetiva para la eliminación del empleo, se fomenta, extendiéndolo a casi todos los casos, un tipo de contrato en el que el despido arbitrario e improcedente de los empresarios, que no siempre se comportan responsable y elegantemente, tiene una menor indemnización. Subvencionan la conversión de contratos temporales en contratos indefinidos, asumiendo una parte importante del coste laboral de puestos de trabajo de empresas con grandes beneficios. Llegan hasta el extremo de pagar parte de las indemnizaciones de despido con los fondos que deberían garantizar el pago de salarios de los trabajadores de empresas realmente en problemas de supervivencia.
Contra esta parrafada hubo huelga general. Pero no asustó ni a los vencedores de la lucha de clases ni a sus capataces políticos a sueldo, pues siguieron con el pensionazo. Todo con Reales Decretos-Ley, indicador de un talante poco negociador.
Los trabajadores del siglo XIX sufrían unas penosas condiciones de trabajo durante la industrialización. Su unión reivindicativa fue la causa de las mejoras laborales. No sólo su organización política en partidos alcanzó logros en los parlamentos. Su sindicación permitió la negociación y el conflicto colectivo. El contrato individual de trabajo se limitaba con unos mínimos en las leyes de los parlamentos y en los convenios de la negociación-conflicto colectivos.
También se modificó la negociación colectiva de tal modo que se atomiza, alumnos adelantados en la escuela del Pacto del Euro, y los trabajadores pierden la fuerza de la unión en las unidades de negociación más pequeñas.
In extremis, exprimiendo la legislatura hasta el penúltimo derecho social, nuestro presidente nos regala ¿como despedida? una nueva reforma laboral. En la entrega de hoy de derechos sociales a las grandes empresas, le ha tocado al interés legítimo del trabajador de laborar en condiciones favorables de duración, jornada, retribución, … Se amplían las condiciones de precariedad del contrato de formación más allá de los 25 años (hasta los 30, próximamente hasta los 70, próxima edad de jubilación, pues, como decía mi abuela, “el saber no ocupa lugar y nunca es tarde para aprender). La formación es muy positiva; muchos pensarán que estas medidas gubernamentales favorecerán la capacitación de jóvenes, pero los que somos o hemos sido jóvenes alguna vez (con contratos de formación, en prácticas o vergonzosas becas) hemos comprobado, por lo general, que en los contratos formativos se trabaja igual que en los trabajos productivos. La preocupación por formar del empleador es tendente a cero. El trabajador se autoforma en tres días o tres semanas y realiza el trabajo monótono sin aprendizaje durante el resto de la duración del contrato y por un salario deprimido.
Igualmente, en nuestro país para puestos de trabajo indefinidos se contrata con las modalidades de contratación temporal, anulando el derecho al trabajo indefinido y en perjuicio de la productividad de la empresa, a partir de una plantilla de trabajadores estables y conocedores de la actividad. La Administración nunca hizo suficiente por evitar este fraude, como no ha hecho para acabar con el fraude de los falsos autónomos, los trabajadores sin seguridad social, los trabajadores subcontratados ilegalmente, la protección de riesgos laborales, … por referirme sólo a fraudes laborales y de seguridad social. Estableció por ley unos límites burocráticos (la prohibición de los encadenamientos de trabajos temporales: “undécimo mandamiento: no trabajarás en una empresa más de 24 meses en un periodo de 30″) que no desalentaban al empleador sin cultura de la estabilidad a contratar temporalmente para puestos de trabajo fijos, sino que creaba un comportamiento reactivo de contratar, extinguir cuando se acercaba él número de 24 meses, volver a contratar si el trabajador demostraba su valía después de que empezara un nuevo periodo de 30, volver a extinguir la relación. Todo ello para evitar el contrato laboral indefinido, más defensivo de los derechos de los trabajadores.
La filosofía de la reforma es favorecer los contratos basura (con derechos inframínimos) que no forman y dan al trabajador peores condiciones y crear un nuevo contrato indefinido (“el temporal sin límites”), con menor seguridad.
No es mala ocasión para recordar que este Gobierno se comprometió a subir de 600 a 800 el salario mínimo interprofesional y los ha dejado en 641,40. Mientras ha gobernado al toque de la trompeta de los mercados, se ha olvidado de las pequeñas mejoras (de izquierda de segunda B) comprometidas en su programa.
Además, la ayuda a desempleados PREPARA se prorroga. Esta ayuda sustituyó con rebaja al anterior programa de protección de desempleados y de inserción (PRODI). Cada seis meses vemos como la prorrogan con generosidad caritativa. Tiene un coste anual inferior al coste de la deducción del IVA de las casas que venderán los bancos en cuatro meses.
No veo lo telediarios. ¿Qué han dicho en ellos: que creará empleo, que permitirá la inserción de jóvenes, que aumentará la productividad o la competitividad, que en el medio plazo hará sus efectos, …?. No permitamos que nos engañen: estas medidas no crean empleo, sólo precariza el que ya está creado.
En cualquiera de las próximas reformas laborales modificarán el título del Estatuto, pasando de Estatuto de los Trabajadores a Estatuto de los Esclavos. Como le dijo Francisco Jorquera en el debate parlamentario de esta semana: Zapatero, requiescat in pacem.