jueves, 5 de agosto de 2010

SEXONOMÍA

"El amor es la respuesta; mientras usted la espera, el sexo plantea preguntas interesantes". Los economistas son gente seria, capaz de tomarse al pie de la letra a Woody Allen si hace falta. Sin ir más lejos, Nicolas Guéguen, de la Universidad Bretagne-Sud, ha publicado un tremendo estudio de lo más woodyalleniano, Tamaño del busto y autostop. Plantó a una señorita en la carretera y comprobó que, a medida que se mete espuma en el sujetador (todo es posible: lean a Luz Sánchez-Mellado), cada talla adicional eleva la frecuencia de frenadas un 15%. Eso se llama contribución a la ciencia.

El sexo lleva camino de convertirse en un subgénero de la economía, o viceversa. El excelente blog Marginal Revolution ataca una cuestión fundamental: ¿por qué hay escasez de sexo si es un bien supuestamente gratuito y tan buscado? Por la ley de la utilidad marginal decreciente: cuando se tiene mucho, el interés decae. Y por lo que los magos de la economía denominan información incompleta: no se sabe quién quiere, ni cuándo ni con quién. Eso solía arreglarse parcialmente en los bares, pero Internet va a ser la solución definitiva, ya que los anuncios en los periódicos, en vías de prohibición, encarecen la cosa. Internet, por lo visto, va a acabar con todos los problemas del mundo, y hasta con los periódicos, y ya puestos a lo mejor también acaba con el sexo.
El gurú David Leavitt explica por qué el precio del sexo oral (de pago) ha caído en picado: la revolución sexual empezó a dar gratis lo que antes solo se conseguía de paganini. Y la monda: el economista J. DeSimone demuestra con ecuaciones que los jóvenes que beben más alcohol tienen un 30% más de probabilidades de abarraganarse. No es que el whisky les haga más guapos: rebajan el nivel de exigencia.
Entre los economistas hay genuino interés por el tema: bajo esa pátina de feroz aburrimiento esconden golpes sorprendentes, y algún que otro freak inesperado. El Nobel Paul Krugman asiste a reuniones de fans de la ciencia ficción y a veces hasta se disfraza. En España destaca un tipo que viste americanas chillonas con estampados de vacas; además de ser un académico sobresaliente, llevaba los números del Barça con una creatividad tan exótica como su atuendo. Ha dejado un buen agujero, de un color más oscuro que el azulgrana. Otro profesor notable vaticina la debacle para España basándose en las estrellas del firmamento. En fin, el mundo está loco -y probablemente la economía también, porque no es más que el reflejo del mundo-, así que conviene hacerle el caso justo, y más con este calor y tanto reformista y contrarreformista sueltos.