Criminales armados con lanzagranadas, ametralladoras y rifles de precisión Barret 50 que se enfrentan abiertamente a las fuerzas gubernamentales, que luchan entre sí dejando un rosario de cabezas cortadas de raíz, cadáveres desintegrados en ácido y cementerios poblados por tumbas sin identificar.
Un conflicto que no tiene como escenarios Faluya o Kandahar, sino Tijuana, Culiacán y Ciudad Juárez, y que el año pasado provocó 6.268 muertos.
La reciente visita de Hilary Clinton a México muestra la preocupación de Washington por el creciente caos en su frontera sur.
Entre otras medidas, la Secretaria de Estado ofreció 80 millones de dólares a la policía mexicana para la compra de helicópteros Blackhawk, que se suman al programa de más de mil millones de dólares, conocido como la Iniciativa Mérida, que el año pasado EEUU puso en marcha para para combatir el narcotráfico y el crimen organizado en México y América Central.
Clinton reconoció que las armas empleadas por los narcotraficantes son compradas en EEUU, y aceptó la parte de culpa de su país, que no renovó la prohibición de venta de fusiles de asalto.
La primera iniciativa internacional contra el tráfico de estupefacientes se remonta al 26 de febrero de 1909, cuando se creó la Comisión Internacional del Opio. Un siglo más tarde, el negocio mueve 300 mil millones de dólares al año, al tiempo en que EEUU dedica 40 mil millones para combatirlo y mete en las cárceles a un millón y medio de sus ciudadanos.
En una reciente edición, The Economist se preguntaba si no ha llegado la hora de que EEUU y Europa miren a la otra parte de esta historia, la que está dentro de sus fronteras: la demanda.
“La guerra contra las drogas ha sido un desastre, creando estados fallidos mientras que las adicciones crecían en el mundo rico. Desde todo punto de vista, estos cien años de luchan han sido criminales, carentes de sentido y opuestos al liberalismo”.
La publicación británica sostiene que hasta ahora la prohibición de las drogas ha perjudicado a los “pobres y débiles”. Y que se debería volver a poner sobre la mesa seriamente el debate que tuvo lugar en los años ochenta sobre su legalización.
Estrategia que podría servir para hacer disminuir la violencia en Colombia, México, África occidental, los Balcanes, Afganistán, para luchar contra el terrorismo, y que no tendría por qué implicar necesariamente un aumento en el número de consumidores, que suman unos 200 millones en estos momentos, si se realiza una labor educativa como se ha hecho con el tabaco.
Comadre, qué nota!!!
ResponderEliminarAhora es Inglaterra la que reconoce el problema interno de consumo.
Si algo le reconozco al Presidente Calderón, es su impresionante e histórica capacidad diplomática, capaz de llevar a las más poderosas potencias a la confesión pública internacional de sus propios pecados.
Una luz al final del tunel...