Ioannis Ikonomou: El traductor griego que habla 32 lenguas
Ioannis Ikonomuo posa delante de algunos diccionarios.
'¿Mi mayor locura? ¡Intenté aprender euskera en Pekín!' Ioannis Ikonomou (Iraklio, Grecia, 1964) es uno de los 1.750 traductores que emplea la Comisión Europea, pero el único capaz de hablar 32 idiomas diferentes.
Vive por y para las lenguas: acaba de descubrir la comida etíope y le encanta, pero no le basta con ir al restaurante, se ha puesto a estudiar amhárico y en tres días ya está en el nivel avanzado. A quien quiera aprender polaco le recomienda cocinar pierogis.
Inglés, francés, alemán, español, holandés, portugués, sueco, italiano, danés, polaco, húngaro, turco, checo y eslovaco son sus 14 lenguas de trabajo y el griego su idioma materno.
'Los idiomas son mi hobby, me apasiona estudiar sus conexiones, la historia de las palabras, necesito conocer todo su pasado'
Pero también se siente "cómodo" hablando en ruso, búlgaro, turco, árabe, hebreo, chino, kurdo, armenio, persa, serbocroata, hindi/urdu, rumano, noruego, lituano o finlandés.
Y además domina algunos idiomas antiguos muertos, "son mi hobby, me apasiona estudiar sus conexiones, la historia de las palabras, para mí no es suficiente comunicarme en una lengua, necesito conocer todo su pasado".
Ikonomou creció en la isla de Creta, "espiando a los turistas e imitando su rarísimo hablar, que me intrigaba y me seducía", recuerda. Ya chapurreaba inglés, alemán e italiano cuando se retó a aprender "la lengua enemiga", el turco. "Me fastidiaba la enemistad entre griegos y turcos, soy pacifista y me propuse conocer mejor a mis vecinos".
No fue fácil: ninguna escuela en Atenas daba clases de turco, no había libros en griego ni existía Internet, así que Ikonomou se fue a una manifestación antiamericana para contactar con refugiados y logró dar con una ingeniera chipriota que aceptó ser su pareja lingüística.
El ruso lo aprendió "porque era de izquierdas, con el entusiasmo de la juventud"; y el chino, "como un juego". Se fue a Pekín a estudiar chino y se enclaustró con sus libros a "estudiar como un loco, sin salir para nada a la calle". "Me dijeron que había un lingüista vasco que enseñaba el euskara y a su clase sólo fuimos una chica yugoslava y yo, imagínate, una clase de euskara en Pekín, con un griego y una yugoslava".
El resultado fue desastroso, e Ikonomou sólo recuerda dos o tres palabras. "El catalán me encanta, pero mis esfuerzos por aprenderlo no fueron demasiado gratificantes: intenté hablarlo en Barcelona pero los catalanes sistemáticamente me respondían en castellano, para ayudarme", lamenta el eurofuncionario griego, de 44 años.
"Si quieres aprender una lengua lo mejor es enamorarte de toda su cultura, desde su historia hasta su gastronomía, cine o música pop, por cursi u hortera que sea", aconseja.
Ikonomou ha estudiado "en las favelas de Río y en Harvard y Columbia" y entre sus mejores profesores destacan "una prostituta negra brasileña o un drogadicto". "Me sentí como drogado leyendo literatura mística del Irán medieval, a Hafez, Sa'adi o Rumi". Abrazó el islam e incluso se hizo vegetariano muy estricto: "Ni siquiera dejaba que alguien que hubiera tocado carne tocara después mi comida".
Los traductores profesionales como Ikonomou sólo traducen hacia su lengua materna y la Comisión Europea tiene algunos problemas para encontrar a intérpretes ingleses nativos. "Los ingleses son los peores aprendiendo idiomas de toda la UE, lo dicen las encuestas", apunta Ikonomou, aunque los políticos españoles tampoco destacan por ser políglotas.
"En una cumbre, Felipe González quería decir en francés "Estoy ante ustedes" pero dijo 'Soy de bambú' (pronunció 'Je suis de bambou' en vez de 'Je suis devant vous'), aunque los intérpretes lo entendimos e hicimos bien la traducción: somos profesionales".
Y José Luis Rodríguez Zapatero, según recuerda, le soltó al ex premier británico, Tony Blair, un 'the time is good' para referirse al buen tiempo atmosférico (weather).
Pero Ikonomou, que está casado con un polaco, se niega a criticar al presidente español que aprobó la ley que permite el matrimonio homosexual, 'impensable en Grecia y en Polonia'.
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Esas mentes siempre me han fascinado... ... menos mal que son la balanza de la otra parte.
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