A ver, señora Aído. Cómo se lo explicaría para que lo entienda, soy mujer de treintaitantos, nunca me he sentido discriminada, porque afortunadamente muchas mujeres antes que yo estuvieron luchando de verdad por conseguir unos derechos fundamentales, que no consistían precisamente en que se diga miembro o miembra; nunca me he sentido ninguneada porque un hombre me abriera una puerta o me dejara pasar antes, ni supongo que mi compañero de trabajo va a cobrar más; nunca me he sentido ni más ni menos que un hombre, porque la educación que se me dio en un colegio público allá por los 80 era una educación igualitaria. Todos éramos niños, corríamos por el patio, saltábamos a la comba y jugábamos a disparar... no había niñ@s.
Nunca voy a pensar que yo o mi hija de un año vamos a necesitar "discriminacion positiva", porque al fin y al cabo es discriminación. Somos válidas. Yo soy una mujer preparada, y ella lo será si quiere, igual que su amiguito en la guardería. Serán personas... ¿se acuerda de lo que eso significaba? Señora Aído, no nos ayude más a las mujeres. Déjenos en paz, porque gracias a usted ahora hablar de feminismo da más risa que otra cosa. De pena.
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