'Sherpas', no esclavos
¿Colaboraron lo suficiente los sherpas en el rescate fallido de Tolo Calafat? ¿Hubiera podido salvar la vida del alpinista mallorquín con una mayor implicación por su parte? Es imposible responder con exactitud a estas y otras preguntas que rondan en la cabeza de quienes se han acercado al drama del Annapurna.
Sí que es cierto que los trágicos sucesos que han concluido con la muerte del montañero y las lesiones de otros dos escaladores de prestigio tan contrastado como Juanito Oiarzabal y Carlos Pauner, colocan de nuevo a los sufridos hombres de las montañas de Asia en el centro de la actualidad. Ni hoy ni nunca el alpinismo sería lo que es y lo que ha sido. Gracias al concurso de esta etnia admirable, el hombre blanco, el hombre en definitiva, ha logrado hollar los puntos más elevados del globo, el llamado Tercer Polo.
Sonam fue el que pasó una larga noche a pelo a 7.600 metros al lado de Tolo Calafat, cuando el 27 de abril se extraviaron en su descenso de la cima del Annapurna. No sabemos si le protegió del frío, o si llegó a darle de beber agua. Sí que conocemos que no le abandonó hasta que amaneció y si se fue, lo hizo para pedir ayuda. Nada más llegar al campamento 4, su compañero Dawa cogió el relevo y con una mochila a la espalda cargada con una tienda de campaña, un saco, medicinas, un infiernillo y quién sabe qué más y se volvió para arriba. Sin dudarlo.
Así estuvo durante 11 horas. Por desgracia, la nevada y el viento borraron todas las huellas. Quién sabe si incluso taparon parcialmente a Calafat. El caso es que no lo encontró. Estuvo todo el día cargado con 15 o más kilos a la espalda, dando vueltas con la nieve hasta la rodilla. Sólo cuando Juanito le dijo que él también corría grave peligro, que lo dejase, abandonó su misión.
"Le mandamos a la muerte segura, merece un monumento", comentó Juanito a propósito de ello. El mismo Oiarzabal reconoce a continuación que los otros sherpas que estaban en la montaña, los de Miss Oh, se desentendieron del asunto. Posiblemente sea cierto, pero habría que entender cómo estaban de cansados después de estar tirando durante 24 horas de la coreana y sus dos cámaras de televisión.
Por ello, en los primeros tiempos del himalayismo eran contratados, como porteadores de las expediciones que asediaban las grandes cimas. La masificación de los ochomiles ha trastocado ese primitivo papel y ahora, los sherpas siguen cargando los equipos y material a las alturas, pero también colocan las cuerdas, abren las rutas y en ocasiones deciden cuando subir.
Decir que los sherpas son buenos o malos, culpables o inocentes, es lo mismo que decir que los madrileños son muy chulos o los catalanes unos pesetas. Hay de todo. Los hay que son responsables trabajadores, mientras que otros son unos mentirosos; algunos se sacrifican como hemos visto, pero otros sólo piensan en cobrar. Ejemplos como el de Sonam y Dawa aconsejan ver su lado positivo.
Sí que es cierto que los trágicos sucesos que han concluido con la muerte del montañero y las lesiones de otros dos escaladores de prestigio tan contrastado como Juanito Oiarzabal y Carlos Pauner, colocan de nuevo a los sufridos hombres de las montañas de Asia en el centro de la actualidad. Ni hoy ni nunca el alpinismo sería lo que es y lo que ha sido. Gracias al concurso de esta etnia admirable, el hombre blanco, el hombre en definitiva, ha logrado hollar los puntos más elevados del globo, el llamado Tercer Polo.
Papel clave en el himalayismo
Desde la primera escalada del Everest, en 1953 ellos han tenido un papel preponderante en la conquista del Himalaya. Norgay Tenzing, el más famoso de los sherpas de la historia fue el primero en subir al techo del mundo, en compañía de Edmund Hillary. Sonam y Dawa, los últimos sherpas de quien tenemos noticias, continúan con la heroica trayectoria que siempre ha marcado su raza en las montañas más altas y que puede calificarse como la de un ejemplar ángel de la guarda de los montañeros occidentales.Sonam fue el que pasó una larga noche a pelo a 7.600 metros al lado de Tolo Calafat, cuando el 27 de abril se extraviaron en su descenso de la cima del Annapurna. No sabemos si le protegió del frío, o si llegó a darle de beber agua. Sí que conocemos que no le abandonó hasta que amaneció y si se fue, lo hizo para pedir ayuda. Nada más llegar al campamento 4, su compañero Dawa cogió el relevo y con una mochila a la espalda cargada con una tienda de campaña, un saco, medicinas, un infiernillo y quién sabe qué más y se volvió para arriba. Sin dudarlo.
Así estuvo durante 11 horas. Por desgracia, la nevada y el viento borraron todas las huellas. Quién sabe si incluso taparon parcialmente a Calafat. El caso es que no lo encontró. Estuvo todo el día cargado con 15 o más kilos a la espalda, dando vueltas con la nieve hasta la rodilla. Sólo cuando Juanito le dijo que él también corría grave peligro, que lo dejase, abandonó su misión.
"Le mandamos a la muerte segura, merece un monumento", comentó Juanito a propósito de ello. El mismo Oiarzabal reconoce a continuación que los otros sherpas que estaban en la montaña, los de Miss Oh, se desentendieron del asunto. Posiblemente sea cierto, pero habría que entender cómo estaban de cansados después de estar tirando durante 24 horas de la coreana y sus dos cámaras de televisión.
Los porteadores del Himalaya
Los sherpas son una exclusiva etnia aposentada en la región del Sholo Kumbu, al pie del Himalaya, en Nepal. Llegaron allí hace entre 500 y 300 años procedentes de Tíbet. Su vida en tales regiones durante generaciones les ha preparado genéticamente para la altura. Ese es el secreto de su resistencia en las montañas, la clave de su adaptación a los ochomiles.Por ello, en los primeros tiempos del himalayismo eran contratados, como porteadores de las expediciones que asediaban las grandes cimas. La masificación de los ochomiles ha trastocado ese primitivo papel y ahora, los sherpas siguen cargando los equipos y material a las alturas, pero también colocan las cuerdas, abren las rutas y en ocasiones deciden cuando subir.
Decir que los sherpas son buenos o malos, culpables o inocentes, es lo mismo que decir que los madrileños son muy chulos o los catalanes unos pesetas. Hay de todo. Los hay que son responsables trabajadores, mientras que otros son unos mentirosos; algunos se sacrifican como hemos visto, pero otros sólo piensan en cobrar. Ejemplos como el de Sonam y Dawa aconsejan ver su lado positivo.