domingo, 3 de abril de 2011

ESTO ES LO QUE DEJAS, CEJITAS, LA DEMENCIA DE UN PROGREMIERDA.

Aspirante a empleo sin sueldo


Este último viernes, la prensa recogía una secuela de los últimos anuncios económicos del Gobierno: conminada por la UE, la Administración estrechará el cerco sobre la «economía informal», dará tres meses a las empresas para que regularicen el empleo irregular y, a partir de julio, será más dura con aquellos que, por ejemplo, tengan trabajadores sin dar de alta en la Seguridad Social. España también será más severa, ha añadido el presidente Zapatero en sede parlamentaria, con los parados que estén cobrando prestaciones y, a la vez, trabajando bajo manga. La peripecia de Lidia, una joven asturiana, ilustra hasta dónde puede estar llegando el trabajo «sumergido»: este mismo viernes se convirtió en aspirante a empleo sin sueldo.

Lidia es de Mieres, tiene 28 años, está casada y es madre de un bebé. Ha desempeñado varios trabajos -recepcionista, dependienta, teleoperadora...- y hace una semanas se quedó en el desempleo al expirar su contrato con una empresa de telecomunicaciones. Reemprendió entonces la búsqueda de ocupación laboral, «sobre todo a través de internet, porque ahora casi todo está en la red». Uno de los portales más frecuentados por jóvenes y no tan jóvenes para consultar ofertas de trabajo ofrecía esta semana en Asturias puestos de «comercial telefónico».

Sobre el papel, se trataba de un empleo a media jornada, con varios turnos a elegir -adaptable, por tanto, al trajín de una madre trabajadora- y unos ingresos medios de 600 euros al mes. El cometido de los teleoperadores que resultaran seleccionados sería la venta de servicios de telecomunicaciones (internet de alta velocidad, entre ellos). La empresa en cuestión, explica Lidia, informaba también de que se iban a comercializar productos de tres grandes operadoras de telefonía, todas de ámbito multinacional.

«Envié el currículum y a las pocas horas me llamaron para acudir a una prueba», recuerda la joven. La cita era por la tarde en unas oficinas de Oviedo. Junto a Lidia se presentaron a esa hora unos quince aspirantes más, la mayoría jóvenes como ella. Una empleada de la empresa, unos pocos años mayor, reunió al grupo en una sala e informó sobre las condiciones de la oferta de trabajo. Hubo, subraya la joven mierense, algunas diferencias sustanciales con lo que se comentaba en el anuncio de internet: «El primer mes había que trabajar sin asegurar y sin cobrar».

De acuerdo con el testimonio de Lidia, el «no contrato» funcionaba de la siguiente manera: los aspirantes a teleoperadores comerciales que fueran seleccionados estarían a prueba durante un mes, sin alta en la Seguridad Social y sin retribución. Concluido ese período, se realizaba lo que en apariencia era el proceso de selección en sentido estricto mediante un sistema de evaluación del trabajo desempeñado en las semanas precedentes.

Los teleoperadores tenían que obtener una puntuación determinada, estimada según el número de clientes conseguidos. Esto es, por cada persona contactada por teléfono a la que se hubiera logrado persuadir para contratar los servicios que se ofrecían se sumaban varios puntos. Para quedarse en la empresa era preciso alcanzar un mínimo de medio centenar de clientes.

«No podía creer lo que estaba oyendo: nos pedían trabajar sin cobrar», expone la aspirante de Mieres. ¿Con la promesa de tener después un trabajo ya regularizado? No del todo, a decir de la misma joven. Para el segundo mes, la oferta suponía trabajar cuatro horas pero cotizar a la Seguridad Social por dos. El sueldo sería de 260 euros «más incentivos». De nuevo entraba en acción el sistema de puntos. Para alcanzar los 600 euros del anuncio sería necesario superar el centenar de clientes.

Lidia cuenta que escuchó las comentadas condiciones, se levantó y se marchó de inmediato, como hicieron algunos más. Dejó atrás en la oficina a otros aspirantes interesándose sobre detalles como la elección de turnos. «Hay gente que está verdaderamente desesperada», pensó Lidia.

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