miércoles, 11 de marzo de 2009

John Cage y su loco concierto

En una iglesia perdida y vacía de Halberstadt (Alemania) tiene lugar, mientras lees estas líneas, un concierto eterno.



O casi. Comenzó en 2001 y terminará en 2639. Lo tocan unas pesas sobre un órgano. La composición es de John Cage. Se trata de un concierto de tiempo.

Cage, el hombre que envasó el silencio, consigue ahora atrapar, metafóricamente y postmortem, el tiempo.

¿Asciende un peldaño una música cuando se transmuta, de golpe y porrazo, en una idea? En ocasiones, y ésta es una de ellas, sí.

El tipo compuso 'As slow as possible', que así se llama la pieza, en 1985. Se estrenó entonces, y duró 10 minutos. Un año después Cage la rehizo para órgano, y pasó a durar 20 minutos.

¿Cómo demonios acabó durando la cosa 639 años? Pues porque cuando murió Cage, en 1992, su 'secta' quiso homenajearle haciendo real la anotación que titula la pieza: 'Lo más lento posible'.

En alocado delirio, los 'cagemanos' organizaron incluso congresos para decidir cuánto debía durar el tema. Y llegaron a una aún más loca conclusión: tanto como el órgano más longevo que encontraran (es evidente que esta gente se droga).

¿Qué hace el sonido cuando el hombre mira para otro lado? Cage lo explica aquí: se convierte en tráfico


Se hicieron con uno que data de 1361, y decidieron en un arrebato poético que al menos debía durar otros 639 años más (es decir, le ordenaron al órgano, que se cae a cachos, durar eso).

Compraron una iglesia abandonada en Alemania oriental, metieron el chisme allí, calcularon cuántos años (o décadas) debía durar cada nota, y hala. No me digáis que no mola.

De 2001 a 2003 sólo hubo silencio, porque un pequeño silencio antecede a la pieza de Cage.

Hasta julio de 2004 sonó un acorde de sol sostenido y si. La fundación que monta esta genial locura vende localidades especiales para cada cambio de acordes. El próximo es en 2013.

Cage, el tronao que atrapó el silencio en 4 minutos y 33 segundos, sencillamente le puso una dimensión más a la música. Es como si hubiera abierto una puertecita en un cuarto herméticamente cerrado. Una puerta por la que entra una extraña luz. Convirtió, insólitamente, la música en sueño.

Mola pensar que, cuando cualquiera de todos nosotros muera, al concierto de Halberstadt le quedará medio milenio de vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario