Quienes rechazamos la ropa de marca --para repudiar los abusos cometidos por las grandes corporaciones textiles en talleres de los países empobrecidos donde subcontratan la fabricación-- acabamos de encontrar un logo multinacional de confianza: No Chains, que puede traducirse como Sin Cadenas, no solo garantiza que no emplea mano de obra esclava, sino que sus beneficios van directamente al bolsillo de los trabajadores.
La noticia de la creación de No Chains ha sido un pequeño acontecimiento en Buenos Aires. A su presentación han asistido numerosos políticos de izquierda, sindicalistas, activistas sociales… e incluso el conservador arzobispo porteño. La noticia no dará la vuelta a mundo aunque lo merezca, porque la nueva firma carece de presupuesto publicitario. Se trata de una sociedad internacional, creada por dos cooperativas de obreros textiles: la tailandesa Dignity Return y la argentina Los tailandeses, que fundaron su cooperativa en 2003, cuentan en su página web cómo sus patronos llegaban a drogarlos. A los argentinos (y bolivianos) de
El lanzamiento de No Chains tendría que haberse visto en los telediarios de todo el mundo: los propios tejedores desfilaron primero encadenados, vistiendo ropas de marcas acusadas de imponer a la mano de obra local unas condiciones cercanas a la esclavitud. Después, al son de Sin cadenas, la canción de Los Pericos, exhibieron las remeras (cazadoras) con que han iniciado su propia línea de producción. Aún se venden en pocos sitios, pero con un precio tan atractivo como su diseño: 55 pesos, unos doce euros.
Los planes comerciales de No Chains responden a la vocación de extender su lucha contra la explotación de las grandes firmas textiles, enunciada por Gustavo Vera, dirigente de La Alameda con estas palabras: ‘a la esclavitud global creada por el capitalismo global queremos responder con una lucha global de productores y consumidores.’