Quien mucho abarca
En los días que precedieron al 29-S y durante la huelga se puso mucho énfasis en señalar una inexistente violencia sindical. Se presentaba como drama la aparición de una luna rota o la propia existencia de piquetes informativos. Un imbécil a sueldo de la extrema derecha recibía unos cuantos huevazos y un empujón (absolutamente razonable) y lo utilizaban para denunciar una intolerable agresión, violencia sindical, la llegada de los soviets.
El pasado miércoles se produjo en Olot el primer homicidio en España como consecuencia de la crisis económica: un hombre se cargó a sus jefes y a dos trabajadores de una caja de ahorros como respuesta a la situación a la que le habían llevado esos jefes y, suponemos, la caja (no sus trabajadores). Sin embargo, aquí no se arma escándalo alguno. Los medios de comunicación lo sitúan como un suceso y en las tertulias parecen mucho menos escandalizados que ante la ruptura de un escaparate. Alguno entiende humanamente al hombre aunque no justifique la muerte de sus cuatro víctimas.
Ayer me contaban que aunque el Ayuntamiento de Madrid ha dado órdenes de ocultar las estadísticas, los datos que sí se ofrecen a los concejales (porque no pueden evitarlo) muestran un claro crecimiento de los suicidios en Madrid desde que empezó la crisis. Los de Olot no fueron los primeros en morir por la crisis económica ni serán los últimos especialmente desde que se cierren pequeñas vías de escape como los 426 miserables euros que desaparecen.
Resulta llamativa la diferencia de trato entre quien mata a cuatro personas y quienes rompen algún cristal. Es coherente que los suicidas no preocupen: ocultada la estadística de suicidios, su muerte incluso ayuda a blanquear las estadísticas que sí son públicas (paro, pobreza, impagos…). Pero, ¿por qué no escandaliza que un hombre lleve su resentimiento social al punto de matar a cuatro personas?
Supongo que hay muchas razones incluso de tipo publicitario: silenciemos el caso no sea que cunda el ejemplo (que cundirá, ya digo). Pero se me ocurre una razón que quizás sea la más poderosa: es más temible la ruptura de una luna si se rompe organizadamente que la matanza individual de cuatro personas en Olot. No preocupa el resentimiento social, inevitable con una crisis como la actual y con una respuesta tan injusta: lo que preocuparía es que tal resentimiento social se organizara colectivamente. Mientras las respuestas sean individualistas como la de Olot y, sobre todo, la de quienes deciden quitarse de en medio, no hay demasiado problema.
Conforme avancemos desde el existente resentimiento social a la desesperación, conforme se vayan eliminando instrumentos públicos de auxilio social, casos como el de Olot se harán relativamente frecuentes. Salvo que la ira se organice y se enfoque bien: doscientas personas indignadas que cortan el tráfico de una ciudad o inutilizan los cajeros automáticos de un pueblo o bloquean la entrada a un ministerio tienen mucha más capacidad de molestar a quienes realmente les han llevado a esa situación que una matanza desesperada contra cuatro personas. Un cajero automático roto, además de tener arreglo, indigna más a los tertulianos que cuatro seres humanos muertos.
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