domingo, 30 de mayo de 2010

Camareras contra el fundamentalismo

BAGDAD.- Para cualquiera que haya seguido el devenir de Irak desde la invasión del 2003 resulta obvio que el subsiguiente caos que se ha instalado en el país “ha costado a las mujeres (de ese país) sus derechos legales y su libertad diaria para vestirse o moverse”, parafraseando a la feminista iraquí Yanar Mohammed.
Por ello, cuando Hindi al-Bidairi se planteó en el 2006 la simple apertura de una cafetería atendida por camareras sin velo sus amigos la intentaron disuadir con un argumento concluyente. “Me dijeron que era una locura, que me matarían los extremistas, recuerda en el recinto de la capital iraquí.
Pero en Irak hasta la inauguración de un negocio simboliza a la vez la degeneración que ha sufrido esta nación y la determinación de su población para sobreponerse a la catástrofe. Así lo entendía Bidairi y pese a que su iniciativa tuvo que esperar 4 años, el pasado mes de abril consiguió abrir el habitáculo, instalado en la última planta del Hotel Saba.


 “El objetivo principal es demostrar que la mujer debe tener un papel en este nuevo país. No podemos dejarnos vencer por el terrorismo. La mujer iraquí ha probado que está hecha de hierro”, explica la joven periodista reconvertida en propietaria del café.
Bidairi encaja en esa definición que hace ella misma porque cualquier otra persona habría huido hace tiempo de Irak después de ver como dos de sus hermanos eran asesinados en octubre del 2006. La joven asegura que fueron ejecutados por los radicales vinculados a Al Qaeda después de que ella publicara un artículo arremetiendo contra todos los extremistas, suníes y chías.
Su familia vivía en Ameriya, un barrio que llegó a ser uno de los bastiones principales de los fundamentalistas, que la condenaron a muerte. Bidairi tuvo que mudarse a otro suburbio capitalino, Zeiyuna, donde fue amenazada por las milicias shías y de allí se trasladó hasta la villa kurda de Erbil, donde permaneció “escondida” durante 6 meses.
Aprovechando la precaria mejoría que se extendió por el país a partir del 2008, Bidairi recuperó el proyecto de la cafetería y consiguió convencer al dueño del Saba para que se asociara con ella.
Tenía la idea desde que visité Irán y vi una cafetería similar donde sólo trabajaban camareras. Pese que la idea podía funcionar muy bien en un país islámico como Irak pero me preocupaba no encontrar a chicas que quisieran trabajar aquí. Le pregunté a una amiga y ante mi sorpresa un día después tenía 20 candidatas. Todas eran licenciadas y me dijeron que o bien eran desempleadas o habían tenido que dejar su empleo porque sus compañeros y jefes las acosaban. Estaban encantadas de poder trabajar con una mujer”, afirma.
Ahora, en menos de dos meses, el café –un espacioso lugar con una espectacular vista al río Tigris- se ha erigido en uno de los destinos más chic de la villa, frecuentado por políticos, periodistas y hasta mujeres solas, algo inédito en la Bagdad de la anarquía, que acuden a fumar una pipa de agua o beber un té.



 La decisión de Bidairi se inscribe en los esfuerzos de una minoría de féminas por recuperar las libertades que curiosamente podían disfrutar durante la terrible dictadura de Sadam Hussein. Por ejemplo, el poder salir a la calle sin velo. Tan sólo ahora, tras el receso que parece haber experimentado la guerra civil, se pueden volver a ver mujeres sin el famoso “hiyab”, que antes usaban todas –incluidas las cristianas- como medio para camuflar su identidad y evitar las iras de los extremistas.
De hecho la presencia de numerosas candidatas que se promocionaron con carteles en los que aparecían sin velo durante las últimas elecciones legislativas de marzo constituyó una de los hechos más publicitados de esa campaña electoral.
El guiño mediático generó un aluvión de comentarios en los medios de comunicación de toda la región. Las mujeres han protagonizado la única sorpresa de la campaña al superar los discursos aburridos de sus oponentes masculinos y demostrar su valentía al aparecer sin velo en los carteles, lo que constituye un desafío para una sociedad conservadora y religiosa (como la iraquí)”, llegó a escribir el matutino libanés Al-Akhbar.

El gesto causó tal impacto entre la población local que los diario iraquíes informaron que en Kirkuk –al norte del país- las fotos de Jala Naftaji, de la alianza que comanda Iyad Allawi, provocaron numerosos accidentes al provocar el despiste de los conductores.

La guerra sectaria ha dejado constancia de que son las mujeres las que han mantenido al país, mientras los hombres se dedicaban a matarse entre ello”, concluye Bidairi.